Gran Hermano 9: la perpetuación del esperpento
Vaya por delante que no voy a ser hipócrita y diré aquello de ‘nunca he visto Gran Hermano’, puesto que un 30% de share tiene que salir de algún lado…pero tampoco me considero un fanático ni un seguidor acérrimo. Como otros muchos, seguí con atención la primera edición, al tiempo que me daba cuenta que los objetivos del programa caían cada vez más hasta alcanzar el mal gusto y el esperpento en pos de mantener las cuotas de audiencia.
Como dicen de las películas, nunca segundas partes fueron buenas, ya que la primera versión siempre estará cargada de esa aureola de novedad y frescura de la que adolecen sus clones. Especialmente alarmante es que España sea el único país del mundo en el que la criatura de Jon de Mol haya alcanzado su novena edición. Durante estas nueve etapas, los telespectadores han podido asistir a más de un caso de ex prostitutas, maltratadotes, ‘cachas’, transexuales, barriobajeras y demás especimenes ‘reflejo de la sociedad’. Sin embargo, creo que esta edición ha logrado superarse a sí mismos: una muchacha ciega, dos hermanas que no saben que lo son, un musulmán subsahariano a las puertas del Ramadán, un ex Marine combatiente en Irak, un par de gemelas algo traviesas y alguna que otra muchacha que anhela con toda su alma sustituir a Belén Esteban y Tamara (si, la novia de Paquirrín) en la portada de Interviú.
‘Es lo que quiere la audiencia’, dirán algunos. ‘Han llegado demasiado lejos’, dirán otros. Personalmente, me entra auténtico pánico cada vez que veo a esa Mercedes Milá entusiasmada con su trabajo, con los ojos fuera de las órbitas al imaginarse todo el morbo y la ‘sangre’ que pueden dar de sí sus nuevos pupilos, la misma Mercedes que se escuda año tras año en aquello de ‘hago Gran Hermano porque luego me dejan hacer otros proyectos’ (habla de ‘Diario de…’, ese programa paradigma del egocentrismo elevado a la máxima potencia que deja en mal lugar al gremio periodístico cada vez que se emite).
En fin, desgraciadamente, es lo que nos ha tocado vivir: menos mal que por el momento nos quedarán los temáticos y laSexta con el Eurobasket, porque lo que se dice del resto de canales…
Como dicen de las películas, nunca segundas partes fueron buenas, ya que la primera versión siempre estará cargada de esa aureola de novedad y frescura de la que adolecen sus clones. Especialmente alarmante es que España sea el único país del mundo en el que la criatura de Jon de Mol haya alcanzado su novena edición. Durante estas nueve etapas, los telespectadores han podido asistir a más de un caso de ex prostitutas, maltratadotes, ‘cachas’, transexuales, barriobajeras y demás especimenes ‘reflejo de la sociedad’. Sin embargo, creo que esta edición ha logrado superarse a sí mismos: una muchacha ciega, dos hermanas que no saben que lo son, un musulmán subsahariano a las puertas del Ramadán, un ex Marine combatiente en Irak, un par de gemelas algo traviesas y alguna que otra muchacha que anhela con toda su alma sustituir a Belén Esteban y Tamara (si, la novia de Paquirrín) en la portada de Interviú.
‘Es lo que quiere la audiencia’, dirán algunos. ‘Han llegado demasiado lejos’, dirán otros. Personalmente, me entra auténtico pánico cada vez que veo a esa Mercedes Milá entusiasmada con su trabajo, con los ojos fuera de las órbitas al imaginarse todo el morbo y la ‘sangre’ que pueden dar de sí sus nuevos pupilos, la misma Mercedes que se escuda año tras año en aquello de ‘hago Gran Hermano porque luego me dejan hacer otros proyectos’ (habla de ‘Diario de…’, ese programa paradigma del egocentrismo elevado a la máxima potencia que deja en mal lugar al gremio periodístico cada vez que se emite).
En fin, desgraciadamente, es lo que nos ha tocado vivir: menos mal que por el momento nos quedarán los temáticos y laSexta con el Eurobasket, porque lo que se dice del resto de canales…


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